¡Hola
a todos!
Me
gustaría compartir con vosotros como viví el momento en el que me
diagnosticaron diabetes y la forma en la que tuve que asimilarlo y
afrontarlo hasta el día de hoy.
Todo
comenzó hace unos 4 años, quedaba tan solo una semana para mis
deseados 15, cuando recibí una llamada del médico de cabecera para
que acudiese a consulta lo más rápido posible. Obviamente me asusté,
pero ya tenía asumido que no iba a ser nada bueno porque días atrás
me había hecho una analítica ya que notaba que bebía demasiado,
comía a todas horas y nunca era suficiente, y las infecciones se
convertido en mis mejores amigas.
Nunca
pensé que podría tener diabetes, pero una nueva etapa de mi vida
estaba a punto de comenzar en cuanto me hicieron la glucemia: 495!
Fue
la doctora de urgencias quien me lo comunicó de la forma más fría
y seca, ideal para hundirme más en la camilla.
Me
subieron a planta y vías, sueros, glucemias e insulina bailaban a
mi alrededor. No quería llorar, era duro pero no había más remedio
que asumirlo y aunque confieso que alguna lagrimita cayó
finalmente, como el gordo de navidad, intenté tomármelo con humor.
Quizás lo peor eran las visitas de tus familiares y amigos que sin
tener en cuenta tu sensibilidad, ponían muecas de preocupación
propias de un paliativo y disparaban comentarios tales como: "se
acabó el salir", "nada de fiestas", "todos
tenemos que ayudarla", "de dulces ni hablar"... Yo
pensaba para mí " ¡pero vamos a ver: ninguno es un
facultativo, no estoy inválida y no me van a matar de hambre!".
Así es que opté por alejarme de aquel ambiente negativo hasta que
me dieron el alta.
Llegué
a casa con la idea de un poco de tranquilidad y lo que me encontré
fue lo mismo con la diferencia de que esta vez no iban vestidos de
blanco: poníamos alarmas cada tres horas para tener mi glucemia bajo
control, hacíamos cálculos de raciones a cada comida y yo no salía
de casa si no estaba acompañada.
Durante
los primeros días fue un calvario. Había tenido que aprender
demasiadas cosas en muy poco tiempo, mi familia aún estaba más
confusa que yo y mi impresión en todo momento era de hambre aunque
por primera vez cumplía las 5 comidas recomendadas.
Con
el tiempo todo iba volviendo a la normalidad, a esa independencia
relativa, a tomar el control sobre mí misma y a hacer lo que me
apetecía sin miedo de tener esa sensación sudorosa, de mareos y
temblores propia de las hipoglucemias.
No es
fácil controlarse cuando llevas toda la vida durmiendo con chocolate
bajo la almohada, pero comprendí que debía convivir con mi
enfermedad.
¡Y
esto es todo por hoy amigos! Espero que os haya gustado y si tenéis
alguna pregunta, ya sabéis que podéis comentar esta entrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario